jueves, 31 de enero de 2008

La clase política en Guerrero


Universidad Autónoma de Guerrero
Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados
“Ignacio Manuel Altamirano”
IIEPA-IMA-UAG

Maestría en ciencia política
Módulo: Introducción a la Ciencia política
Dr. Manuel Ángel Rodríguez

Ensayo

La clase política en Guerrero y Ramiro Solorio, la difícil relación

Por Julio Zenón Flores Salgado

Acapulco, Gro. Noviembre de 2007
La clase política en Guerrero y Ramiro Solorio, la difícil relación

Por Julio Zenón Flores Salgado


Resumen:

La extraña unidad generada entre diputados de prácticamente todos los partidos políticos representados en el Congreso Local del estado de Guerrero, la mayoría de quienes componen lo que se denomina “opinión pública” y los funcionarios del gobierno del estado, iglesia y medios de comunicación, para defenestrar al diputado Ramiro Solorio Almazán, por solidarizarse con un movimiento social viejo en el país, conocido por su rebeldía innata ante el poder y que llegó a la entidad a través de los egresados de la normal rural de Ayotzinapa, parece dar la razón a quienes hablan de la existencia de una clase política conformada por minorías que no ve más allá de sus intereses. Esa clase política, según todo indica se siente traicionada por uno de los suyos, Solorio Almazán, y se siente vejada por las movilizaciones de los ahora denominados peyorativamente “ayotzinapos” y está tratando de dar un ejemplo de autoridad, promoviendo la expulsión, el desafuero y con el ello encarcelamiento del diputado, después de la paliza que le dieron a los jóvenes egresados de la normal.

Hace más de un siglo, Gaetano Mosca planteó sin tapujos la existencia de dos clases bien diferenciadas y opuestas entre sí; clases cuya caracterización va más allá de la sola pertenencia a una raza, posición económica o espacio geográfico. Y es que, según Mosca, independientemente del credo o grado de civilización de una sociedad, en ésta existe siempre un grupo gobernante y otro de gobernados. Esta división sustenta y es punto de partida para la investigación acerca del poder emprendida por el intelectual italiano.

Sin embargo, esta afirmación, básica en el pensamiento de Mosca, responde a un largo y minucioso examen de la historia humana, examen que trasciende la mirada curiosa de quien explora un paisaje con ánimo únicamente descriptivo. A lo largo de su análisis histórico, Gaetano Mosca tiene claro que en la multiplicidad y constante transformación de la organización humana existe algo que permanece y, en tanto es reconocible en todo fenómeno político, funciona como base para el análisis del poder; ese algo es la clase política. Esta búsqueda de un elemento que permanece a pesar de las idas y vueltas de las distintas civilizaciones, ha encontrado muchos nombres en el camino del pensamiento: desde el planteamiento de la raza como aquello definitorio en el modo de organización de una comunidad y su grado de avance moral, hasta la señalización de lo geográfico como la razón científicamente probada de un determinado desarrollo en ciertas culturas y el atraso en otras. Sin embargo, ambas afirmaciones no dan muchas luces acerca del por qué precisamente una comunidad se organiza de determinada forma; más aún, ambas encuentran contradicción en el fenómeno social y, para un espíritu científico, eso es imperdonable.
Por su parte, en sus observaciones, Mosca vislumbra que independientemente del clima, la raza, la época, la distribución de la riqueza o la clasificación del régimen político –ya sea éste monárquico, despótico o democráticos, en toda organización humana que haya trascendido el estadio primitivo, alguien manda y el resto le obedece. Gaetano Mosca sugiere así darle una dirección al análisis del poder y, en principio, esta dirección se aleja de pretensiones metafísicas. Tanto clase política como clase gobernada son la expresión de una naturaleza humana que no está puesta a discusión. En todo caso, el por qué ciertos individuos forman parte de la elite política y no del grupo que obedece encuentra su respuesta en las condiciones ideológicas, familiares, culturales y, en todo caso, en las capacidades del temperamento. Así, el planteamiento de Mosca pregunta más bien por el cómo, en qué condiciones, tal o cual clase política obtiene, conserva o pierde su lugar en el vértice de la pirámide social. Sin embargo, el solo reconocimiento de la clase política no explica el desarrollo de una sociedad ni los avatares del poder.
La obtención, conservación y pérdida de status se relacionan no sólo con cuestiones como el momento histórico, el enlace con los gobernados o el azar, sino que la elite política necesita justificar su lugar en la sociedad; es decir, necesita de un discurso que dé sentido a su papel frente al gobernado y ante ella misma, un discurso que identifique ambos grupos como partes de una unidad y justifique la búsqueda de poder y estabilidad en él para uno de ellos. Así, en cuanto el discurso de la clase gobernante choca con lo proyectado y vivido por la clase gobernada se hace necesario el cambio. Esta justificación, esta ilusión general cuya moralidad dependería del ser conciente, en mayor o menor medida, de los objetivos perseguidos por la clase que la propone, es una “fuerza social que sirve para cimentar poderosamente la unidad y la organización políticas de un pueblo y de una civilización entera” . De alguna manera, esta ilusión tiene un nexo implícitamente dado con aquella mentira noble recomendada hace dos mil años por Sócrates en La república de Platón.
La "clase política" siempre tiene intereses propios y se organiza en defensa de ellos. Lo cual no debe hacernos pensar que la minoría posee siempre los mismos intereses, sino que por lo general son incongruentes. Sus decisiones sólo coinciden "cuando el gran Tribuno del Pueblo se convierte en César"(Meisel, 1975)21; volviéndose más claro en estos momentos sus intereses de clase gracias a su aceitada organización. La necesidad de una "clase política" está dada porque mantiene el orden y conserva unida a la sociedad, forjando las condiciones para el trabajo productivo y suministrando personal técnico y directivo. Si no lo logra, es reemplazada por otra minoría., escribe Luis E. Blacha, en el número 12 de la revista Theomay/Theomay Journal
Blacha escribe en ese ensayo que “en esta coyuntura, la democracia se vuelve una fuerza conservadora, que impide bruscos cambios sociales gracias a la renovación gradual de la minoría. Mosca descree de la democracia, ya que en todo movimiento democrático triunfante siempre surge una minoría que toma efectivamente el poder. A pesar de considerarlo un sistema imperfecto, lo visualiza como la mejor opción posible.
La crítica a la democracia se hace más evidente cuando analiza a los "representantes", quienes actúan sólo en nombre de su propio interés y se hacen elegir por la masa. Las elecciones no dan al pueblo una verdadera opción, “y los únicos que tienen alguna posibilidad de éxito son aquellos cuyos candidatos son promovidos por grupos, comités, por minorías, organizadas”.(Zeitlin, 1993)25 Este autor va más allá, cuando afirma que los "representantes" son una creación de la misma "clase política". Nuevamente el peso de la minoría organizada se impone a la mayoría desorganizada, pero la masa puede llevar adelante un pequeñísimo control sobre la "clase política" porque los representantes deberán prestar atención , al menos en apariencia, a sus "representados" para ganarse el voto.
En ese sentido el autor habla de la importancia de ciertos estratos intermedios que se llegan a colocar entre la masa y la clase política y explica que en su último análisis Mosca hace derivar la estabilidad de cualquier organismo político del nivel de moralidad, inteligencia y actividad de este estrato intermedio; pero remarca que si el mismo se disgrega, puede ser reemplazado por un nuevo estrato intermedio, dando muestras de la importancia de la presencia de este estamento.
Para mantenerse en su lugar de privilegio "las elites gobernantes" cuentan con dos mecanismos: la fuerza y la astucia, que nos recuerda a "la vieja teoría de Maquiavelo de los "leones" y los "zorros" (Agulla, 1987)36. La fuerza le permitiría reprimir a los elementos vigorosos que surgen en la masa, mientras que la astucia le posibilitaría captar a su favor a los individuos más fuertes. Las familias que surgen de las clases inferiores y llevan consigo el vigor y las proporciones de residuos necesarios para mantenerse en el poder, restablecen la calidad de la "élite gubernamental". Si esta cooptación cesa, la minoría en el poder se derrumba. El vigor que aportan los nuevos elementos de la "élite gubernamental" incluye el uso de la fuerza. En este contexto, la movilidad social pasa a ser una expresión más de la "circulación de las elites".

Conclusiones:

Efectivamente, el gobernador actual del estado de Guerrero, Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, proviene de una clase social privilegiada, nació en el seno de una familia acomodada, de comerciantes y dueños de extensiones de tierra urbana que a la postre terminaron rentando a importantes franquicias comerciales.

Por su mismo origen de clase, Torreblanca fue amigo de los más poderosos hombres del estado como Rubén Figueroa y el general Mario Arturo Acosta Chaparro. Cuando empezó a criticar los excesos de la clase dominante como líder de una organización de comerciantes, fue cooptado. La clase social gobernante lo metió al poder antes de que lo irrumpiera y con él se llevaron a figuras importantes de la vieja izquierda intelectual, que había estado más cercana a la masa. Por eso no fue extraño que recibiera el apoyo del ex gobernador Figueroa y de su antecesor René Juárez Cisneros, quienes terminaron por montarse en la ola que venía creciendo de la inconformidad social y terminaron siendo ellos quienes siguen gobernando, pero ahora con Armando Chavarria, verdadero cerebro de las izquierdas, sobre todo las universitarias o los ecologistas, como los Carabias, o los panistas, como Francisco Rodríguez Otero y los convergentes provenientes del viejo PRI.
Entre ellos, Ramiro Solorio era uno más. Provenía de las juventudes priistas, pero se estaba abriendo paso a patadas entre la clase política y ante la cerrazón de los grupos para otorgarle mayores espacios que cree merecer, empezó a buscar aliados en los luchadores sociales aún no cooptados y por eso comenzó a recorrer el estado en busca de ellos: desde los del CECOP en Acapulco, los mineros en litigio en Taxco, los de la OCSS en la Costa Grande, la APPG en Chilpancingo y La Montaña, los opositores al gobernador en Tierra Caliente y por supuesto, los estudiantes de Ayotzinapa en un momento en que la falta de plazas los volvió explosivos.
Al encabezar Solorio esos movimientos en realidad estaba cuestionando a sus compañeros de clase, les estaba creando situaciones fuera de control, poniendo en riesgo al stablis men, lo que finalmente mereció una reacción demoledora, para “ponerlo en su lugar” y evitar la profundización del conflicto, en este caso optando por el uso de la fuerza y no la negociación, en el análisis del costo menor, en el que las plazas a otorgar importan menos que darle la razón en formas de lucha por el poder a uno de esa clase que los estaba traicionando.
Sin embargo, no todo está escrito aún, las acciones contra Ramiro Solorio aún pueden recular, porque actuar contra él con tal saña, implica que podrán así actuar contra cualquier otro de su clase y entonces nadie podrá dormir tranquilo. Si desafueran a Solorio, hay varios que tendrían que formarse en la lista.. tal vez eso les haga desistir del castigo.

Bibliografía
Gaetano Mosca
Edición Conmemorativa, 70 Aniversario 300 pp.
Luis E. Blacha, “¿Élite o clase política? Algunas precisiones terminológicas, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
GULLA, JUAN CARLOS: Teoría sociológica. Sistematización histórica, Buenos Aires, Ediciones Depalma. 1987.
ARON, RAYMOND: Las etapas del pensamiento sociológico, Buenos Aires, Ediciones Fausto, t II, 1996.
MEISEL, JAMES H.: El mito de la clase gobernante. Gaetano Mosca y la élite, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1975.
MOSCA, GAETANO: La clase política, México, FCE, 2002.
WRIGHT MILLS, CARL: La élite del poder, México, FCE, 1987.
ZEITLIN, IRVING: Ideología y teoría sociológica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1993

martes, 22 de enero de 2008

SILENCIO DE MAR PROFUNDO

Por Julio Zenón Flores Salgado

Yo no se porqué
La vida es un silencio
Que se va desmoronando como piedras
Calizas
Que se estremecen al calor
Del rayo nocturno de tu manto
La vida es un pueblo
Que te cabe en una mano
Un fuego candente
Que se eleva
desde el talón a la cabeza
Y que quema por dentro
Aún al sol
Hacedor del mismo fuego
Y no eres sino un silencio largo
Y sinuoso
Que carcome los huesos desde el útero
Donde te he conocido
Y te guía por prados verdes de cantos
Y aves silvestres
Con un suave movimiento
se escurre cadencioso
Se perfuma en tus piernas
Sube como enredadera por tu rostro
Y cae a plomada
Como una sonrisa
Que calienta mi frío
Nunca haz dicho una palabra
Porque eres la palabra
y la letra
Pero en mi piel salada
Pescado que soy
Tú eres
Un silencio
de mar
profundo.

DE AQUI ... A LA ETERNIDAD


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OVNI: "Los Demonios...y yo suelto"

MI PROPIO YO...

JULIO ZENON FLORES SALGADO, originario del puerto de Acapulco, en el sureño estado de Guerrero, México, es un periodista y poeta de 47 años de edad, titulado por la Universidad Autónoma de Guerrero.
El título le llegó en realidad muchos años después de haber empezado a escribir para periódicos y cuando ya para entonces había ganado tres premios locales: en 1994, el premio estatal de periodismo “Ignacio Manuel Altamirano”, en su estado natal, como mejor nota informativa; el segundo en 1997, en el mismo certamen y en la misma categoría y, en el 2006, el premio estatal de periodismo parlamentario, en el estado de Guerrero, como mejor reportaje.
Como estudiante universitario, fue uno de los responsables del periódico mensual denominado El Ariete, que era el órgano central informativo de la Coalición de Comités de Lucha de Acapulco, con fuerte presencia en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) y que propiciaba el apoyo a los grupos guerrilleros, ya para entonces dispersos y mermados en la sierra de la entidad, allá por 1977, hasta su desaparición luego de que el consejo de redacción fuera detenido y desaparecido por la policía política del estado mexicano.
Su incursión en el diarismo formal comenzó al escribir editoriales entre 1983 y 1985 y luego en 1988, en diarios de la ciudad de León, en el estado de Guanajuato, en la zona del bajío de la república mexicana, a donde se fue a refugiar huyendo de la represión en su estado natal.
Más tarde, en 1989, fundó, en León, Guanajuato, junto con Agustín Cortés Gaviño, que en paz descanse, el suplemento ¡Duro…Duro!, que se publicaba quincenalmente encartado en el semanario Séptimo Día. ¡Duro…Duro! en realidad era un órgano de propaganda del incipiente Partido de la Revolución Democrática (PRD), de México, al mismo tiempo que colaboraba como articulista de diarios de Guanajuato como El Sol del Bajío y El Nacional.
Al regreso a Acapulco, luego de trabajar como taxista e incoporarse a un taller lilterario de la UAG, de 1990 a 1992, mantuvo junto con otras tres personas, una plana semanal en El Sol de Acapulco, con publicación de poemas, cuentos y ensayos; en 1992, fungió como corrector de estilo en el diario acapulqueño Diario 17 y luego como agente de publicidad en el diario El Sol de Acapulco, llegando a ser también jefe de circulación del periódico.
Al periódico Novedades Acapulco, en el cual labora en la actualidad, como jefe de Periodismo de Investigación, ingresó en 1993 y ya no salió hasta el 2000, en que se fue como jefe de prensa de la Comisión de Agua Potable de Acapulco, al mismo tiempo que se desempeñaba como corresponsal en Guerrero de la agencia de noticias mexicana Notimex y más tarde como secretario técnico de la comisión de turismo en la cámara local de diputados en el 2001-2002.
Al diarismo como reportero regresó en el 2003, en El Sol de Acapulco, donde también volvió a ser jefe de circulación y de ahí en el 2004 regresó a la fuente política en el Novedades de Acapulco, donde al poco tiempo fue ascendido a jefe de información y posteriormente, en mayo del 2006, como jefe del área de Periodismo de Investigación.
En la actualidad además de desempeñar ese puesto también estudia una maestría en Ciencia Política, en el Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanazados “Ignacio Manuel Altamirano”, de la Universidad Autónoma de Guerrero.
Entre los años del 2001 y 2002, tomó un curso de acreditación de la licenciatura para periodistas empíricos con más de 5 años de ejercicio profesional, realizando al concluir un examen global que le permitió graduarse como licenciado en ciencias de la comunicación, pero no obtuvo el título hasta junio del 2007.
En el 2005, impartió la materia de taller de producción y guionismo radiofónicos, en la carrera de Sociología de la comunicación, impartida en la Facultad de Ciencias Sociales de la UAG, en Acapulco.
Material suyo de cuando trabajó como corresponsal en la agencia de prensa mexicana Notimex, en Acapulco y las costa de Guerrero, entre 1998 y 2004, fue incluído en el libro “Para informar en Guerrero”, editado en la Habana, Cuba, de la cubana que imparte clases en la Universidad Autónoma de Guerrero, Neysi Palmero Gómez y el guerrerense, Rodrigo Carmona, quien fuera director de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAG.
EL TRABAJO DE LOS NIÑOS, incluida la explotación sexual infantil, surgió como idea, de lo que vivió en las calles de Acapulco, en donde de pequeño tuvo que lavar autos para sobrevivir, recorriendo con su cubeta de agua y una franela la costera Miguel Alemán, la principal vía turística de Acapulco, donde se ha dado en gran medida el comercio sexual de niños.

lunes, 21 de enero de 2008

Mi paso por la historia

Mi voz y palabra, en los "Desplazamientos"

Presentación del libro de poemas
DESPLAZAMIENTOS, DE PEDRO SERRANO,
como parte del programa de actividades del
festival internacional de La Nao

LO PRIMERO QUE ASOMBRA DEL POETA PEDRO SERRANO ES SU VALENTIA PARA ADENTRARSE EN EL ENTRAMADO DE LAS COSAS QUE TODOS VEMOS COMO SIMPLES COSAS Y QUE PARA EL SON ALGO VITAL, EN EL SENTIDO DE QUE COBRAN VIDA, SE MUEVEN, AMAN Y DESAMAN, SE CURVAN, SE ENDEREZAN, SE LLENAN DE SENSUALIDAD O DE DESPRECIO, PERO NO SE QUEDAN COMO OBJETOS INANIMADOS, COMO MEROS OBJETOS, SINO QUE EN SU PLUMA SE VUELVEN SUJETOS.
AHÍ ESTA POR EJEMPLO EL ESPEJO
“ ME VEO EN EL ESPEJO Y ME RAYO”,
O SEA EL ESPEJO NO ES UN CRISTAL QUE ME REFLEJA, EL ESPEJO EN REALIDAD SOY YO. TIENE O TENGO, SEGÚN SE VEA, UN TREMENDO DOLOR,
“PARECIERA QUE ME DESUELLO
PARA ALLI REPETIRME,
GASTARME, RAYARME”
Y SOY MAS:
“SOY ESTA CUCHILLA, ESTA MADERA RENCOROSA, ENROSCADA”.
HAY UN TRASLAPE DEL HUMANO A LAS COSAS Y DE ESTAS AL HUMANO. EL HUMANO SE HACE COSA, PERO MANTIENE SUS SENTIMIENTOS O AL REVÉS, LAS COSAS SE HUMANIZAN, COBRAN VIDA EN LAS MANOS O MEJOR AUN. EN LA PLUMA O COMPUTADORA, EN LA ERA MODERNA, DEL POETA SERRANO.
“NO SE PORQUE SIGO PARADA EN ESTA PIEDRA, ESPERANDO, ESPERANDO…”
ESCRIBE, COMO UNO MAS DE SUS VERSOS DONDE SU PERSONALIDAD SE TRASLAPA DE NUEVO PERO ESTA VEZ A OTRO SER, DE OTRO SEXO, QUE NO ES OTRO SINO EL MISMO.
“ME HA SIDO NEGADO EL SER MUJER,
PERO ES MI LLAMADO QUE ESTA IMPOTENCIA ENGASTA,
EL LAMENTO LARGO Y CONTINUO DE MI CANTO,
MI INGRATA SEDUCCION”.
HO! LA ILUSION DEL POETA DE QUE LA NOCHE, EL MAR, LA SALA, LA LUNA, EL ESPEJO, LOS POSTES, LA CIUDAD, SON AMIGOS O AL MENOS COMPAÑEROS, QUE NOS MIRAN Y A VECES NOS ENJUICIAN. PERO, EN LA MAGIA DE LA COMUNICACIÓN POETICA, NO SÓLO ELLOS O ELLAS SOMOS NOSOTROS, SINO QUE NOSOTROS SOMOS ELLOS O ELLAS.
AL GRADO DE QUE EN ALGUNOS DE SUS TEXTOS POETICOS SE ESCRIBE CON BASTANTE SENCILLEZ UNA ESTAMPA DEL MOMENTO:
“MI HERMANO AL OTRO LADO DE LA SALA,
PASAMOS
SOMOS TODOS NOSOTROS DOLOR ACUMULADO”
O SEA EL HERMANO ES MUCHO MÁS QUE EL HERMANO DEL OTRO LADO DE LA SALA Y LA SALA EN REALIDAD ES UN DESIERTO EXISTENCIAL EN DONDE SE BUSCA Y SE ENCUENTRA EN UN EVIDENTE DOLOR.
DESPLAZAMIENTOS, ES UN LIBRO QUE VALE LA PENA LEER PORQUE ES AGIL Y DINÁMICO, NO TIENE UNA SOLCA LECTURA, SINO MUCHAS, NO TIENE UN SOLO SIGNIFICADO SINO UNA GAMA DE TEXTURAS QUE CONFIGURAN ALGUNOS TRAZOS DE EXISTENCIALISMO, COMO CUANDO SE CUESTIONA “ALGUNOS AZARES YA SABIDOS NOS OBLIGARON A VIVIR, LA MISMA CASA, LA MISMA MESA, LAS MISMAS OBSESIONES”, PERO DESDE LA OPTICA MUY INGLESA, MISMA QUE EL POETA ROMPE AL NAVEGAR HACIA EL VERSO RIMADO A LA LUNA:
“LA LUNA VA TAN ELLA
CONSIGO MISMA
QUE NO SE ACUERDA.
LA LUNA SE HA SOLTADO
BAILA LA LUNA
SOBRE EL PRADO”

Y DE AHÍ A LA CONSTRUCCION SIMBÓLICA: “
“LA OI LEJOS, LEJOS, COMO UNA ESPADA AZUL DE MEDIANOCHE,
COMO UN FILO QUE CRECIERA DESDE LA PUNTA HELADA DE SUS LABIOS”
NO NOS QUEDA MAS REMEDIO QUE LEER TODO EL LIBRO SI QUEREMOS ENTENDER LA POETICA DE SERRANO. POR MAS QUE UNO LE BUSQUE PARALELOS, INFLUENCIAS, APENAS SI ASOMAN BARRUNTOS DE MALLARME, A TOMAS DYLAN, Y HASTA RAZSGOS, PERO DEVERAS MUY FINOS DE SHAKESPEARE.
EN DESPLAZAMIENTOS, LAS COSAS PASAN ANTE NUESTROS OJOS Y NO NOS PERMITEN SÓLO VERLAS, NOS OBLIGAN A SENTIRLAS, O INCLUSO A MIRAR A TRAVÉS DE ELLAS Y SENTIRNOS COMO ELLAS.
ES UN LIBRO QUE EMPIEZA FRIO, LUEGO SE ENTIBIA, COMO LA MITAD SE VUELVE HOGUERA Y AL FINAL NOS QUEMA. TODO LO CONTRARIO DE LA NOTA PERIODÍSTICA, A QUE COMO TAL ESTOY ACOSTUMBRADO.
SOLO LES PUEDO DECIR, AMO A PEDRO DESDE QUE LO LEO, Y LOS INVITO A AMARLO.

ATENTAMENTE:

JULIO ZENON FLORES SALGADO

"Poco antes de empezar la lluvia...

EL CANTO DE LAS GAVIOTAS QUE YA NO SE OYE


Julio Zenón Flores Salgado


-I-

¿Oyes el canto de las gaviotas? Preguntó él.
No, el ruido de la orquesta es demasiado alto, contestó ella.
El sonrío. No ignoraba el volumen de la música que los hombres vestidos con hombreras guerreras y armados de instrumentos musicales interpretaban en el escenario las notas clásicas del mambo del momento de Mike Laure. 1, 2, 3 ,4 , 5, 6 mambo.
Pero bueno, su oído estaba hecho para escuchar muchos sonidos a la vez y distinguir y aislar uno en particular entre todos ellos. Era un oído como para dirigir una orquesta.
Esa noche pernoctaba en Acapulco y al día siguiente saldría de madrugada para San Diego en el Dawn Princess, anclado portentoso sobre la bahía, con sus luces prendidas, como suspendido a medio horizonte.
Un hombre pasado de copas casi le cayó encima y le obligó a parar de bailar. Casi creyó que el borrachín y la orquesta se habían confabulado con él y hasta se sintió agradecido porque el también deseaba ya parar y había bajado el ritmo para acercarse, tomarla y de la mano e invitarla a ir tras el por entre las mesas para sentarse en una esquina del bar, desde donde se podían apreciar perfectamente las palmeras y los autos que las desafiaban a sus pies, algunas con las capotas abiertas esperando un bombardeo de cocos para albergarlos en sus mullidos asientos de piel o de terciopelo rojo, de moda por esos rumbos. Era inconcebible pensar en Acapulco en sin palmeras, sin cocos y en ese entonces, son los descapotables paseando luminarias por su principal avenida o asoleándose en Caleta, sin paparazzis.
Entonces nadie podría pensar en un bombardeo que no fuera de cocos en Acapulco, o del blancuzco y pegajoso líquido soltado por las aves nocturnas acostumbradas a devorar los frutos acuosos y amargos de los amates y que se amontonaban en las orillas de La Huerta, el castillo de aquella mujer famosa por el mote de “Güera”, la mujer que vale lo que pide, no sólo en la pista de baile donde domina la rumba, el mambo y el chachachá, sino también en otros sitios donde se dejaba llevar, junto a la playa o bien por esos vericuetos llenos de escaleras y recovecos en que se convirtieron los barrios históricos, tan temidos por los acapulqueños y tan llamativos para los ingenuos extranjeros que llegaban en oleadas de cientos o de miles cada temporada de cruceros que arrancaba en el mes de octubre de cada año y seguía sin parar hasta mayo del año siguiente, cuando su constante atracar en el gran muelle porteño era sustituido por el azote casi cotidiano de los huracanes, tormentas tropicales o depresiones.
Pero eso era Acapulco y no sólo su interminable Costera, que junto a la embarcación turística se perdía hacia el oriente en una base naval insulsa y hasta patética enclavada en un rincón de Icacos, con barcos arcaicos que casi se hundían solos y lanchones vetustos que parecían que se iban a desarmar cuando rebotaban en las olas de la bahía, hechos para dar lástima más que para alguna guerra y, por el poniente se hundía en un espeso nido de moteles de amores furtivos, perennemente abiertos, como una nodriza siempre dispuesta a alimentar al recién nacido. Acapulco también tenía extensión hacia el océano, por donde llegó un día el crucero que trajo a un director de orquesta. A quien algunos pocos conocieron con el genérico apodo del “gringo”.
En realidad ni siquiera recordaba como es que vino un día este puerto y caminando desvalagado del resto de la tripulación fue abordado por un taxista que lo subió a su Cadillac rechinando de nuevo, con asientos olorosos a plástico y a un aromatizante de fresa muy popular en esa época y le ofreció llevarlo al verdadero paradiso, donde usted podrá encontrar lo mismo pero más barato. No no es cierto, lo mejor de lo mejor, los mangos más sabrosos, la música más de moda, y los cuerpos más esculturales, de hombre o de mujer, hay para todos los gustos, le dijo, pero le advirtió que no se dejara engañar por la magia de Mayambé, es una rumbera que con sólo verlo el roba el espíritu, le advirtió ese hombre de camisola verdeolivo y pantalón del mismo color que calzaba chanclas de pata de gallo y un pelo embaselinado con furor.


Lo llevó entonces a La Huerta, muy cerca pero no dentro de la zona de tolerancia y lo dejó hasta adentro del antro, incluso le ofreció por unos dólares gringo, te acompaño toda la noche, nomas para acompañarte, aunque nomas me des lo de la cuenta, gringo, unos 30 dólares y ya. Pero lo rechazó. Quiso adentrarse solo en esas luces de tenue rojo y amarillos y en esas lucecitas verdes que cintilaban al ritmo de los instrumentos musicales que ejecutaba una docena de hombres amanerados al fondo del establecimiento.
Ahí estaba la Güera, la vio de inmediato porque no pudo sustraerse a una risa contagiosa que salía de una garganta adornada con perlas y acomodaba entre dos bellos pechos que retaban a la noche. Por la risa volteó hacia aquella mesa de dos o tres hombres y dos o tres mujeres entre los cuales estaba la rubia que reía con desparpajo, casi con erotismo, como dejando que cada carcajada esparciera por el ambiente una dosis de ferormonas que hacía que hasta los perros aullaran de placer solitario.
Tal vez ella sintió la mirada y volvió el rostro para mostrar esos ojos contra los cuales el taxista no le advirtió. Era como la pesadilla de Lot, todo se le empezó a volver de sal y caminó hacia ella sin mirar a sus acompañantes y la invitó a bailar. Ella se incorporó sin mediar palabra y lo acompañó hasta la pista donde por fin se oyó su voz de siempre, cautivadora sin embargo, te va a costar diez pesos o dos dólares güerito, le dijo. El no respondió y la tomó del talle mientras la otra mano parecía tomar una batuta para dirigir a la orquesta desafinada que repetía incansable los mismos ritmos de todos los días.
Nadie pareció ponerles atención, nadie se percató cuando se fueron tomados de la mano como dos enamorados por una calle llena de luces, de borrachitos a medio caer, de policías desvalijando lo mismo autos que a los transeúntes, hombres devorando tacos, zanates revoloteando como si fuera de día llevándose trozos de tortilla que quedaban en los platos que devolvían a mil por hora los auxiliares del despachador taquero y un buen montón de taxis azul con blanco que ofrecían sus servicios con las torretas encendidas a las puertas de los tugurios que vomitaban clientes al mismo ritmo con que los recibían. Nadie noto que se perdieron entre las agónicas notas musicales que salían del Arcelia y nadie noto en los días siguientes la nostalgia en los ojos silenciosos de la Güera, nadie preguntó por el gringo, ni años después cuando a la mujer la hallaron estrangulada en un cuarto abandonado de una zona de tolerancia ya sin luces, con despojos de lo que una vez fueron mujeres, sin sus músicos, sin su Huerta, sin su Gato Negro, sin sus borrachines cayéndose por la calle del Malpaso, y sólo con los córvidos zanates revoloteando como siempre en torno a la frase estúpida resaltada por un diario local: “la Gûera loca valía lo que pedía”.

-II-


Ella trató de respirar cuando se dio cuenta que algo impedía que llegara a sus pulmones el oxígeno vital. Las gaviotas resonaban en sus oídos como entonando la Quinta Sinfonía de Betthoven. Sus pulmones fuelleaban como el batir de alas de esas aves que se despliegan en parvadas ya entrada la tarde y forman figuras caprichosas que compiten con las que hacen las nubes. Subía y bajaba en un espasmo orgásmico. Sintió que la ciudad la absorbía como si fuera de agua, se la bebía a tragos, uno tras otro. Se la bebía una ciudad a su vez líquida, que se escurría por cada calle con sus alcantarillas abiertas y se consumía lentamente en sus baches.
El peso era demasiado para sus fuerzas exiguas a sus ajetreados 45 años. La piel colgaba grosera de sus pechos y se bamboleaba en brazos y piernas como una amorfa gelatina. Consumida en sus 30 años sobreviviendo desde La Huerta hasta el Tamikos y La Roca hasta las accesorias semidestruidas por donde se asomaban las ancianas prematuras que se ofertaban por 30, 40 o cincuenta pesos o al último por un plato de comida o una orden de tacos, ya no le quedaban fuerzas ni de donde sacarlas.
La Güera fue digna institutriz de decenas de mujeres bisoñas que llegaban hasta ese pedazo de infierno de donde año tras año la fueron desplazando. Fue la reina del mambo, del cha cha chá e incluso del twis, luego la madona sagrada de sus pupilas y de hombres maduros que la buscaban ya entrada la madrugada para terminar siendo una sombra que se pegaba a los postes o a las paredes hambrientas de la zona de tolerancia.
Nunca olvidó al gringo que llegó una noche con desvergonzada galantería y que la llevó a la pista a bailar. Nunca lo olvidó hasta ese día en que no había siquiera un barco cerca, ni era temporada de cruceros y él salió de la nada en el cuartucho donde ella dormitaba, en esa mañana que se asomaba en medio de una borrachera perpetua.
Ya no hay mas que hacer mi amor. Le dijo y le hizo el amor desaforadamente, como con urgencia. Le mordió los labios y los lóbulos de las orejas, incluso en el mentón le marco sus dientes acomodados por su cirujano ortodoncista.
Ella apenas si se daba cuenta de lo que pasaba. Miraba bambolearse arriba de ella una figura mítica de Hércules, con la camisa desabotonada, el pelo rubio y largo despeinado sobre la frente y unos ojos empotrados en un rostro descompuesto por alguna droga o por los litros de güisqui que bebía el gringo.
Sus manos fuertes se aferraron a los pechos flácidos hasta causarle dolor, pero no dijo nada y por el contrario se empezó a dormir mientras el gringo la acometía una y otra vez.
Soñó que era la colegiala que llegó a la Huerta con una maletita conteniendo dos vestidos y dos pares de calzones. Soñó que bailaba hasta caer de cansancio. Que llegaba a verla el gringo.
Luego despertó. Sintió las manos en su cuello y que no respiraba, sus pulmones fuellearon con fuerza como el batir de alas de las gaviotas de la tarde y se fue durmiendo de nuevo hasta quedar exánime. Nadie la extrañó, nadie reclamó. Sólo el personal de la camioneta del Servicio Médico Forense que llegó por ella tres o cuatro días después preguntó entre los vecinos sin obtener respuestas. Un diario local consiguió la exclusiva dos días más tarde. “La Güera loca valía lo que pedía”, cabeceó una nota en la página cuatro del rotativo más importante de la ciudad. Alguien había descubierto en la covacha un cuerpo putrefacto con varios días en la humedad del rincón. Alguien la descubrió ahí con sus 45 años esperando perpetuamente al gringo.


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