La clase política en Guerrero


Universidad Autónoma de Guerrero
Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados
“Ignacio Manuel Altamirano”
IIEPA-IMA-UAG

Maestría en ciencia política
Módulo: Introducción a la Ciencia política
Dr. Manuel Ángel Rodríguez

Ensayo

La clase política en Guerrero y Ramiro Solorio, la difícil relación

Por Julio Zenón Flores Salgado

Acapulco, Gro. Noviembre de 2007
La clase política en Guerrero y Ramiro Solorio, la difícil relación

Por Julio Zenón Flores Salgado


Resumen:

La extraña unidad generada entre diputados de prácticamente todos los partidos políticos representados en el Congreso Local del estado de Guerrero, la mayoría de quienes componen lo que se denomina “opinión pública” y los funcionarios del gobierno del estado, iglesia y medios de comunicación, para defenestrar al diputado Ramiro Solorio Almazán, por solidarizarse con un movimiento social viejo en el país, conocido por su rebeldía innata ante el poder y que llegó a la entidad a través de los egresados de la normal rural de Ayotzinapa, parece dar la razón a quienes hablan de la existencia de una clase política conformada por minorías que no ve más allá de sus intereses. Esa clase política, según todo indica se siente traicionada por uno de los suyos, Solorio Almazán, y se siente vejada por las movilizaciones de los ahora denominados peyorativamente “ayotzinapos” y está tratando de dar un ejemplo de autoridad, promoviendo la expulsión, el desafuero y con el ello encarcelamiento del diputado, después de la paliza que le dieron a los jóvenes egresados de la normal.

Hace más de un siglo, Gaetano Mosca planteó sin tapujos la existencia de dos clases bien diferenciadas y opuestas entre sí; clases cuya caracterización va más allá de la sola pertenencia a una raza, posición económica o espacio geográfico. Y es que, según Mosca, independientemente del credo o grado de civilización de una sociedad, en ésta existe siempre un grupo gobernante y otro de gobernados. Esta división sustenta y es punto de partida para la investigación acerca del poder emprendida por el intelectual italiano.

Sin embargo, esta afirmación, básica en el pensamiento de Mosca, responde a un largo y minucioso examen de la historia humana, examen que trasciende la mirada curiosa de quien explora un paisaje con ánimo únicamente descriptivo. A lo largo de su análisis histórico, Gaetano Mosca tiene claro que en la multiplicidad y constante transformación de la organización humana existe algo que permanece y, en tanto es reconocible en todo fenómeno político, funciona como base para el análisis del poder; ese algo es la clase política. Esta búsqueda de un elemento que permanece a pesar de las idas y vueltas de las distintas civilizaciones, ha encontrado muchos nombres en el camino del pensamiento: desde el planteamiento de la raza como aquello definitorio en el modo de organización de una comunidad y su grado de avance moral, hasta la señalización de lo geográfico como la razón científicamente probada de un determinado desarrollo en ciertas culturas y el atraso en otras. Sin embargo, ambas afirmaciones no dan muchas luces acerca del por qué precisamente una comunidad se organiza de determinada forma; más aún, ambas encuentran contradicción en el fenómeno social y, para un espíritu científico, eso es imperdonable.
Por su parte, en sus observaciones, Mosca vislumbra que independientemente del clima, la raza, la época, la distribución de la riqueza o la clasificación del régimen político –ya sea éste monárquico, despótico o democráticos, en toda organización humana que haya trascendido el estadio primitivo, alguien manda y el resto le obedece. Gaetano Mosca sugiere así darle una dirección al análisis del poder y, en principio, esta dirección se aleja de pretensiones metafísicas. Tanto clase política como clase gobernada son la expresión de una naturaleza humana que no está puesta a discusión. En todo caso, el por qué ciertos individuos forman parte de la elite política y no del grupo que obedece encuentra su respuesta en las condiciones ideológicas, familiares, culturales y, en todo caso, en las capacidades del temperamento. Así, el planteamiento de Mosca pregunta más bien por el cómo, en qué condiciones, tal o cual clase política obtiene, conserva o pierde su lugar en el vértice de la pirámide social. Sin embargo, el solo reconocimiento de la clase política no explica el desarrollo de una sociedad ni los avatares del poder.
La obtención, conservación y pérdida de status se relacionan no sólo con cuestiones como el momento histórico, el enlace con los gobernados o el azar, sino que la elite política necesita justificar su lugar en la sociedad; es decir, necesita de un discurso que dé sentido a su papel frente al gobernado y ante ella misma, un discurso que identifique ambos grupos como partes de una unidad y justifique la búsqueda de poder y estabilidad en él para uno de ellos. Así, en cuanto el discurso de la clase gobernante choca con lo proyectado y vivido por la clase gobernada se hace necesario el cambio. Esta justificación, esta ilusión general cuya moralidad dependería del ser conciente, en mayor o menor medida, de los objetivos perseguidos por la clase que la propone, es una “fuerza social que sirve para cimentar poderosamente la unidad y la organización políticas de un pueblo y de una civilización entera” . De alguna manera, esta ilusión tiene un nexo implícitamente dado con aquella mentira noble recomendada hace dos mil años por Sócrates en La república de Platón.
La "clase política" siempre tiene intereses propios y se organiza en defensa de ellos. Lo cual no debe hacernos pensar que la minoría posee siempre los mismos intereses, sino que por lo general son incongruentes. Sus decisiones sólo coinciden "cuando el gran Tribuno del Pueblo se convierte en César"(Meisel, 1975)21; volviéndose más claro en estos momentos sus intereses de clase gracias a su aceitada organización. La necesidad de una "clase política" está dada porque mantiene el orden y conserva unida a la sociedad, forjando las condiciones para el trabajo productivo y suministrando personal técnico y directivo. Si no lo logra, es reemplazada por otra minoría., escribe Luis E. Blacha, en el número 12 de la revista Theomay/Theomay Journal
Blacha escribe en ese ensayo que “en esta coyuntura, la democracia se vuelve una fuerza conservadora, que impide bruscos cambios sociales gracias a la renovación gradual de la minoría. Mosca descree de la democracia, ya que en todo movimiento democrático triunfante siempre surge una minoría que toma efectivamente el poder. A pesar de considerarlo un sistema imperfecto, lo visualiza como la mejor opción posible.
La crítica a la democracia se hace más evidente cuando analiza a los "representantes", quienes actúan sólo en nombre de su propio interés y se hacen elegir por la masa. Las elecciones no dan al pueblo una verdadera opción, “y los únicos que tienen alguna posibilidad de éxito son aquellos cuyos candidatos son promovidos por grupos, comités, por minorías, organizadas”.(Zeitlin, 1993)25 Este autor va más allá, cuando afirma que los "representantes" son una creación de la misma "clase política". Nuevamente el peso de la minoría organizada se impone a la mayoría desorganizada, pero la masa puede llevar adelante un pequeñísimo control sobre la "clase política" porque los representantes deberán prestar atención , al menos en apariencia, a sus "representados" para ganarse el voto.
En ese sentido el autor habla de la importancia de ciertos estratos intermedios que se llegan a colocar entre la masa y la clase política y explica que en su último análisis Mosca hace derivar la estabilidad de cualquier organismo político del nivel de moralidad, inteligencia y actividad de este estrato intermedio; pero remarca que si el mismo se disgrega, puede ser reemplazado por un nuevo estrato intermedio, dando muestras de la importancia de la presencia de este estamento.
Para mantenerse en su lugar de privilegio "las elites gobernantes" cuentan con dos mecanismos: la fuerza y la astucia, que nos recuerda a "la vieja teoría de Maquiavelo de los "leones" y los "zorros" (Agulla, 1987)36. La fuerza le permitiría reprimir a los elementos vigorosos que surgen en la masa, mientras que la astucia le posibilitaría captar a su favor a los individuos más fuertes. Las familias que surgen de las clases inferiores y llevan consigo el vigor y las proporciones de residuos necesarios para mantenerse en el poder, restablecen la calidad de la "élite gubernamental". Si esta cooptación cesa, la minoría en el poder se derrumba. El vigor que aportan los nuevos elementos de la "élite gubernamental" incluye el uso de la fuerza. En este contexto, la movilidad social pasa a ser una expresión más de la "circulación de las elites".

Conclusiones:

Efectivamente, el gobernador actual del estado de Guerrero, Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, proviene de una clase social privilegiada, nació en el seno de una familia acomodada, de comerciantes y dueños de extensiones de tierra urbana que a la postre terminaron rentando a importantes franquicias comerciales.

Por su mismo origen de clase, Torreblanca fue amigo de los más poderosos hombres del estado como Rubén Figueroa y el general Mario Arturo Acosta Chaparro. Cuando empezó a criticar los excesos de la clase dominante como líder de una organización de comerciantes, fue cooptado. La clase social gobernante lo metió al poder antes de que lo irrumpiera y con él se llevaron a figuras importantes de la vieja izquierda intelectual, que había estado más cercana a la masa. Por eso no fue extraño que recibiera el apoyo del ex gobernador Figueroa y de su antecesor René Juárez Cisneros, quienes terminaron por montarse en la ola que venía creciendo de la inconformidad social y terminaron siendo ellos quienes siguen gobernando, pero ahora con Armando Chavarria, verdadero cerebro de las izquierdas, sobre todo las universitarias o los ecologistas, como los Carabias, o los panistas, como Francisco Rodríguez Otero y los convergentes provenientes del viejo PRI.
Entre ellos, Ramiro Solorio era uno más. Provenía de las juventudes priistas, pero se estaba abriendo paso a patadas entre la clase política y ante la cerrazón de los grupos para otorgarle mayores espacios que cree merecer, empezó a buscar aliados en los luchadores sociales aún no cooptados y por eso comenzó a recorrer el estado en busca de ellos: desde los del CECOP en Acapulco, los mineros en litigio en Taxco, los de la OCSS en la Costa Grande, la APPG en Chilpancingo y La Montaña, los opositores al gobernador en Tierra Caliente y por supuesto, los estudiantes de Ayotzinapa en un momento en que la falta de plazas los volvió explosivos.
Al encabezar Solorio esos movimientos en realidad estaba cuestionando a sus compañeros de clase, les estaba creando situaciones fuera de control, poniendo en riesgo al stablis men, lo que finalmente mereció una reacción demoledora, para “ponerlo en su lugar” y evitar la profundización del conflicto, en este caso optando por el uso de la fuerza y no la negociación, en el análisis del costo menor, en el que las plazas a otorgar importan menos que darle la razón en formas de lucha por el poder a uno de esa clase que los estaba traicionando.
Sin embargo, no todo está escrito aún, las acciones contra Ramiro Solorio aún pueden recular, porque actuar contra él con tal saña, implica que podrán así actuar contra cualquier otro de su clase y entonces nadie podrá dormir tranquilo. Si desafueran a Solorio, hay varios que tendrían que formarse en la lista.. tal vez eso les haga desistir del castigo.

Bibliografía
Gaetano Mosca
Edición Conmemorativa, 70 Aniversario 300 pp.
Luis E. Blacha, “¿Élite o clase política? Algunas precisiones terminológicas, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
GULLA, JUAN CARLOS: Teoría sociológica. Sistematización histórica, Buenos Aires, Ediciones Depalma. 1987.
ARON, RAYMOND: Las etapas del pensamiento sociológico, Buenos Aires, Ediciones Fausto, t II, 1996.
MEISEL, JAMES H.: El mito de la clase gobernante. Gaetano Mosca y la élite, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1975.
MOSCA, GAETANO: La clase política, México, FCE, 2002.
WRIGHT MILLS, CARL: La élite del poder, México, FCE, 1987.
ZEITLIN, IRVING: Ideología y teoría sociológica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1993