Navego por tus ojos claros
Como velero a la deriva
Asido apenas a una pestaña
De tus horas
Sé que no puedo fondear
En esas aguas
De la agreste sierra
Que pareces
Y que mi barca
no es más que un grano oscuro
que se escurre
a tus mejillas
y sin embargo
voy por tu ojo
como por el mundo
mirándolo todo
con mi vela de vagabundo
II
La intuición es mala consejera
Ayer me llevó una calle
Que me estrelló en tu ombligo
Hoy sentí un hilillo traidor
En mis entrañas
Y no era el amor el que llamaba
Sino la lluvia ácida de las mazmorras
Desde donde todo es sospecha
Cuando es lo único libre que nos queda
De ácido es nuestro pasado
Y no hay presente en entre los duendes
Hay una entrega indiferente
Y una calle cerrada frente al puerto
Hay sábados de niebla y odio
De noches oscuras, más que negras soledades
Y domingos que se alejan, se estiran, se desdibujan
III
Debo decir que escribo para el Niagara
Y para el peñon de Gibraltar
Que escribo para el puente en San Francisco
Y no para mis manos
Que están más cerca
No escribo para mi hermana
En sus cumpleaños
Ni para el pobre que sueña en potentados
Tampoco para el mar que tengo enfrente
O la lupa del agua que me baña
Que me hace grande como nunca he sido
Escribo letras que no son nada
Como mis temas vacuos
Agua de fregadero azul
De café desecho por las sombras
Una catula cigüeña es un nido de serpientes
Una aurora se cierne sobre nosotros
Y es tan fina su mirada
Que le miente al cuerpo
Y se esfuma en ciruelos
De la cúspide lejana
IV
Y ella me tendía la aurora
Pero yo la veía como flor
Y nube entrelazadas
Como una jauría de hombres hambrientos
Que se lamen las manos con su imagen
Se calzan saludos bien llegados
De la selva dura de árboles
Que en vez de dar frutos
Dan cables de teléfono
Ella se me ofrecía amplia y oscura
Como una cueva solitaria
Con sus palmeras asomando entre mi gracia
Y la andaba
Como la nieve en cono de barquillo
O la comisura de un beso
Agitado en una de tus playas
V
Voy naciendo a tu horizonte
Y se me cae el mundo
No tengo aún ni un mes en tus entrañas
Y ya te tengo del tobillo, a horcajadas sentada en mi penumbra
Pero quien es ese monto de ruinas que me llama
Que se jacta de haberlo visto todo
De saberlo todo
Y de poder mostrarme el mundo con un beso
Dejo mis pañales en tu iglesia
A la luz del zócalo nocturno
Tan lleno de mimos y fayuca
Y mi leche enlatada que me diste
De tu seno grande como un árbol generoso
Te dejo una hoja paralela
Un vasto silencio de sirenas
El mundo hoy es tan ancho como un pueblo
Y una mariposa que se deshace en pétalos
Es la flor marchita de mis años
Voy naciendo y tus ojos aún no me hacen ninguna reverencia
Voy naciendo contigo, y permanezco
Ciego y beodo en tus rodillas.
VI
Cada vez que te miro
Me subo a tus costados
Solamente puedo verte
Desde lejos
Aun cuando camine por tus manos
Usando tus pies
Y mojándome en tu vientre
Te despido del río
Que sólo es seco cauce
Y de la orilla del mar
Que ahora es odio
Te despido
De la dulce mañana oliendo a coco
De las rojas piezas de cemento
Y voy a esa serpiente tuya
De la vista iconoclasta
Desde donde se pueden hundir
Todas las naves
Y a ese hotel que picotea tu cielo
Y domina tu parque Papagayo
Que se jacta de lavar sus pies en tu piscina
Cristal de noche aún eres
Y todos miran por tus ojos
Pero tus cerros se pueblan de carcoma
No te sientas tan feliz del desamparo
Como de la mar que te navega y te circunda.
Sábado 3 de mayo de 2008
Como velero a la deriva
Asido apenas a una pestaña
De tus horas
Sé que no puedo fondear
En esas aguas
De la agreste sierra
Que pareces
Y que mi barca
no es más que un grano oscuro
que se escurre
a tus mejillas
y sin embargo
voy por tu ojo
como por el mundo
mirándolo todo
con mi vela de vagabundo
II
La intuición es mala consejera
Ayer me llevó una calle
Que me estrelló en tu ombligo
Hoy sentí un hilillo traidor
En mis entrañas
Y no era el amor el que llamaba
Sino la lluvia ácida de las mazmorras
Desde donde todo es sospecha
Cuando es lo único libre que nos queda
De ácido es nuestro pasado
Y no hay presente en entre los duendes
Hay una entrega indiferente
Y una calle cerrada frente al puerto
Hay sábados de niebla y odio
De noches oscuras, más que negras soledades
Y domingos que se alejan, se estiran, se desdibujan
III
Debo decir que escribo para el Niagara
Y para el peñon de Gibraltar
Que escribo para el puente en San Francisco
Y no para mis manos
Que están más cerca
No escribo para mi hermana
En sus cumpleaños
Ni para el pobre que sueña en potentados
Tampoco para el mar que tengo enfrente
O la lupa del agua que me baña
Que me hace grande como nunca he sido
Escribo letras que no son nada
Como mis temas vacuos
Agua de fregadero azul
De café desecho por las sombras
Una catula cigüeña es un nido de serpientes
Una aurora se cierne sobre nosotros
Y es tan fina su mirada
Que le miente al cuerpo
Y se esfuma en ciruelos
De la cúspide lejana
IV
Y ella me tendía la aurora
Pero yo la veía como flor
Y nube entrelazadas
Como una jauría de hombres hambrientos
Que se lamen las manos con su imagen
Se calzan saludos bien llegados
De la selva dura de árboles
Que en vez de dar frutos
Dan cables de teléfono
Ella se me ofrecía amplia y oscura
Como una cueva solitaria
Con sus palmeras asomando entre mi gracia
Y la andaba
Como la nieve en cono de barquillo
O la comisura de un beso
Agitado en una de tus playas
V
Voy naciendo a tu horizonte
Y se me cae el mundo
No tengo aún ni un mes en tus entrañas
Y ya te tengo del tobillo, a horcajadas sentada en mi penumbra
Pero quien es ese monto de ruinas que me llama
Que se jacta de haberlo visto todo
De saberlo todo
Y de poder mostrarme el mundo con un beso
Dejo mis pañales en tu iglesia
A la luz del zócalo nocturno
Tan lleno de mimos y fayuca
Y mi leche enlatada que me diste
De tu seno grande como un árbol generoso
Te dejo una hoja paralela
Un vasto silencio de sirenas
El mundo hoy es tan ancho como un pueblo
Y una mariposa que se deshace en pétalos
Es la flor marchita de mis años
Voy naciendo y tus ojos aún no me hacen ninguna reverencia
Voy naciendo contigo, y permanezco
Ciego y beodo en tus rodillas.
VI
Cada vez que te miro
Me subo a tus costados
Solamente puedo verte
Desde lejos
Aun cuando camine por tus manos
Usando tus pies
Y mojándome en tu vientre
Te despido del río
Que sólo es seco cauce
Y de la orilla del mar
Que ahora es odio
Te despido
De la dulce mañana oliendo a coco
De las rojas piezas de cemento
Y voy a esa serpiente tuya
De la vista iconoclasta
Desde donde se pueden hundir
Todas las naves
Y a ese hotel que picotea tu cielo
Y domina tu parque Papagayo
Que se jacta de lavar sus pies en tu piscina
Cristal de noche aún eres
Y todos miran por tus ojos
Pero tus cerros se pueblan de carcoma
No te sientas tan feliz del desamparo
Como de la mar que te navega y te circunda.
Sábado 3 de mayo de 2008