Y Oscar al fin salió


A Oscar y Lupita

Oscar ya estaba cercano a los 40 cuando por fin nos dio la sorpresa mandando una invitación que en mucho reflejó su personalidad: era un comic en una tarjeta informando que él era Oscar y ella Lupita y -vaa- que se casarían.
El y yo compartimos muchas cosas, en particular el gusto por la poesía y amigos. Como buenos amigos siempre compartimos los momentos aciagos. El estuvo en mi boda y yo en la suya. La suya por supuesto mucho más elegante, a orilla de playa, amenizada por buena música y oficiada por el presidente municipal Manuel Añorve que la hizo de juez civil. La felicidad se notaba en los rostros de ellos y en los de las familias que les acompañaron. Quizá en la mia también hasta que me di cuenta que no traía dinero para prenderle billetes en la guayabera, como se acostumbra en la Costa Chica, para cooperar para la luna de miel de los tórtolos. !gulp! dije cuando vi que se acercaba con su amenazadora comitiva que grababa todo y a todos, como si fuera su equipo de comunicación social. Quedaría grabado para siempre _en realidad debo admitir que lo de para siempre es una exageración; uno sabe que los videos de las bodas siempre tienen caducidad y que terminan en un cajón extraviados en los rincones más insólitos de la casa, pero para efectos del relato, está bien empleado: para siempre, pues le agrega un tono dramático al momento, que apenas describe el verdadero drama que yo viví en esos momentos- que yo era un pobretón que ni siquiera podía cooperar con los amigos, bueno en especial con ese amigo al que he querido mucho, aunque algún tiempo lo traté como esclavo (hasta que se reveló y nos mandó por un tubo a los del círculo literario) influido por el general y los demás borrachos del clan, que lo mandaban por las caguamas en la ahora faculta de Sociales de la UAG, donde alguna vez fue jefe de grupo (de los tres estudiantes incluido él, que integraban esa poco numerosa generación). Pero volviendo al tema que nos ocupa, el momento era dramático, sobre todo si consideramos que él está bastante amplio de corpulencia y no podía aspirar a que cuando llegara a mi mesa el espacio de la camisa se hubiese agotado y yo tendría le pretexto de decirle lo siento, ya no hay lugar para prender con alfileres este fajo de billetes que traje especialmente para tí. (de todos modos no me hubiera creido pues bien sabe él que soy un codo de primera) y en todo caso y para verme bien ante la cámara del videograbador, le podría decir, sin embargo te harñe un depósito en firme o bien, aquí traigo mi tarjeta de débito y a ver por donde te la puedo pasar y hacer un generoso retiro. De seguro el miró mi cara angustiada o tal vez valoró que no tendría mucho que aportar y en lugar de acercarse a mi se desvió hacia la playa, donde casualmente estaban ubicados los de mayores recursos económicos de su natal San Marcos y allá se quedó un rato y ya no vino a mi mesa en toda la noche. Por cierto tengo que reconocer que el presidente municipal que lo casó, lo aprecia en verdad, seguro no más que yo que lo defendí siempre de ese infame sobrenombre de Inédito Basabe, que le seguía como maldición al igual que su soltería empedernida y siempre estuve dispuesto a ceder mi lugar en las pocas editoriales que se interesaban en nuestro material poético, para que le publicaran a él primero, además, por supuesto, de ceder mi lugar para que se casara antes que yo, pero la vida es cruel y no siempre cumple nuestros deseos. Pero bueno, el presidente lo estima pues esa noche en la misma playa de Caleta tenía programada una participación en una lunada y su hijo cumplía años y cientos de personas lo esperaban en la exitosa lunada programada ahí, pero él prefirió llegar a la boda de su amigo Oscar. Claro que es una amistad que según se hasta ahora no se refleja en la nómina y eso da qué pensar. Para no romper con mi espíritu crítico diré que la pista para bailar era pequeña y que cuando decidí usar mis dos pies izquierdos para ir a sacudir la polilla, recibí tantos codazos, como cuando me quise formar para saludar a Manuel Añorve, en la explanada del PRI donde lo estaban espeando para festejar la entrega de su constancia de mayoría en la elección de alcalde. Y es que la mujeres de Costa Chica, ahora ni siquiera advirtieron el !voy polla! (nada que ver con el pollo Morales, actual secretario particular del alcalde) y se apoderaron de la escasa pista y como trompos chilladores daban vueltas y vueltas demostrando cómo se mata el gusano y abriéndose
espacio a codazos.

Cuando me salí de la bulla y medio mareado me fui a descansar, suspiré aliviado. Oscar al fían salió.
!Felicidades!