Las Tortolitas, con aroma de halcón


JULIO ZENON FLORES SALGADO

El hombre de calzón de manta, huaraches cruzados y camisa Ferrioni, levantó el fusil de asalto (era entre un Fal o un AK 47, aunque yo me inclino por el Fal) a la altura del pecho y con un gesto marco el alto al periodista que no se alcanzó ni a bajar del Chevy en que había llegado hasta esa parte de la montaña, apenas entrada la mañana.

Su cara redonda no mostraba signos de asombro y el pelo hirsuto retando a la gravedad, permaneció inmóvil, cuando el reportero balbuceó:

-Disculpe, ¿no está por aquí la diputada?

Por aquí, no hace falta decir más, todos saben quien es la diputada, también conocida como la profesora o la maestra o simplemente “chade”, la benefactora de miles; hombres ancianos y mujeres, principalmente, que desfilan ante ella cada día, pidiendo un mendrugo o becas para sus hijos o gestoría de caminos o cobertores, o láminas de cartón, en fin, todo lo que la pobreza priva a los mixtecos y amuzgos de esta parte de Xochistlahuaca, a casi mil metros sobre el nivel del mar, a cuarenta minutos de la cabecera municipal de Ometepec, _y a siglos del desarrollo de la costa_, por una sinuosa carretera estatal más llena de baches y tierra, desgajamientos y maleza, que de espacios pavimentados.

Aceadeth Rocha Ramírez, secuestrada hace apenas una semana –en medio de versiones insistentes de que preparaba su boda con el presidente municipal de Ometepec, Efrén Adame Montalván- en Chilpancingo; tres o cuatro veces diputada local con esta y otras tantas alcaldesa; poseedora de una estación de radio que transmite en lengua local -una lengua cuya pronunciación le hace parecer un lamento eterno-; propietaria de empresas y comercios hechos a base de muchos años de trabajo que ha atraído muchas envidias y por supuesto enemigos; protagonista de muchas leyendas negras que la ligan al CEN del PRI y a la SIEDO y la hacen llamar cacique o cacica, como se diga por acá; que le echan en cara la explotación de recursos pétreos, entre otras muchas historias que se tejen por el rumbo, como aquella que dice que una vez se llevó a Francia a una docena de amuzgos y las puso a hilar en una plaza, produciendo vestidos artesanales que se vendieron a miles de francos. (Esta historia yo la recuerdo más bien atribuida, hace años, a la esposa del ex gobernador Ángel Aguirre)

La quería entrevistar sobre su secuestro, diría el periodista momentos después, ya en el palacio municipal a un solícito empleado, que le recuerda que a ella la quieren mucho en estas tierras, mientras le ofrece un vaso de agua fría.

Pero en ese rancho -que las leyendas dicen que es todo de cantera por dentro y que está amueblado con mucho lujo- sólo pudo ver el rostro del indígena y la boca del Fal que lo hipnotizó. El otro hombre, delgado, bajito, vestido de manta y portando un AK 47, ni siquiera se acercó.

-No está. No sabemos donde ande.

Dijo el del Fal.

Y emprendió el regreso. Otra vez a tragar el polvo de la carretera y a pasar por la media docena de retenes policiacos, estatales y federales. Apenas con algunas fotos en la chistera, que darían fe del viaje de hoy.

Comentarios