El Santo es de todos

Cuando todos queríamos ser El Santo





Por JULIO ZENON FLORES SALGADO



En los principios de la década de los años 70, en la colonia Pedregal de Guadalupe, que está en la parte de arriba de la colonia Icacos, en el puerto de Acapulco, Guerrero, todos los niños de entonces queríamos ser El Santo. En nuestros juegos nos gustaba ponernos una capa y convencíamos a nuestros mayores de comprarnos la máscara plateada, que se podía conseguir a no muy alto precio en las afueras la arena Coliseo, la vieja arena que hasta ahora se mantiene aún en la calle de Tadeo Arredondo, en el centro de esta ciudad y a donde alguna vez vino ese héroe a engalanarla.

Recuerdo que era el personaje central de los álbumes de lucha que nos traía comprando las figuritas en las Misceláneas cercanas a las escuelas y luego intercambiándolas entre nosotros para o tenerlas repetidas

Allí en el lote 335 de la calle 12 de la colonia, había un espacio donde podíamos jugar a las luchitas, debajo de un olivo y como tres árboles de nanche y un par de palmeras, donde mis primos Benito, Chucho, Lalo, Juanillo y Güicho, además de mis vecinitos, Felipe, el jaba y Elías, primero nos dábamos unos catorrazos entre nosotros para poder definir quien sería El Santo, pues los demás se quedarían con los nombres de Blue Demon, Mil Máscaras y Tinieblas, principalmente, aunque también participan en esas luchitas El Huracán Ramírez y El Rayo de Jalisco.

En una ocasión yo peleaba ser El Santo con el jaba –Felipe Sarmiento, después fue policía y llegó a comandante en la municipal de Acapulco-, y se formó el corro de chamacos en el terreno ese. Yo les dije, esto es pan comido, voy a ser yo porque tengo todas sus estampitas, veo todas sus películas, tengo su máscara, leo sus revistas, me conozco sus llaves y contrallaves, pobre jaba lo voy a hacer trizas. Bueno pues me puse la capa, que en realidad era una toalla de baño un poco sucia, atada a mi cuello y le hice varias fintas al jaba quien estaba aterrado. Hice una marometa o machincuepa como decimos en la costa, le tiré una voladora luego de una vuelta de carro fue a caer exactamente frente a él quien no se si calculado o de pura chiripa, tiró un solo golpe recto que cerro el ojo izquierdo y ya no quise seguir la lucha. Toma, le dije entregándole mi vieja toalla. Tú eres El Santo.

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