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martes, 29 de junio de 2010

Ahora fue Juan Francisco...

Muerte en Coyuca (de Benítez)

“Espérame un momento, porque está ocurriendo una matazón aquí en Coyuca”. La frase quedó sola, en el Messenger –porque su autor ya no regresó al café Internet a seguir la conversación conmigo-, sola, como solo quedó el hijo de ocho años de mi amigo y colega Juan Francisco Rodríguez, corresponsal de El Sol de Acapulco y secretario general de la sección XXIX del SNRP y de su esposa María Elvira, ambos asesinados arteramente en ese cibercafé.
La frase me dejó a la expectativa y la confirmación vino minutos más tarde, cuando varios colegas de Acapulco me preguntaban por el Chat si podía dar datos del periodista asesinado; saben que lo conozco, o lo conocí, pues ya no está entre nosotros, porque como responsable de municipios, en el diario para el cual trabajo, estuve varias veces con él en Coyuca de Benítez, era para mi un apoyo importante para establecer contacto con las autoridades municipales y una fuente inagotable de conversaciones, de anécdotas, que relataba con memoria fotográfica de hechos pasados.
Si, Juan Francisco se fue haciendo mi amigo por el tiempo que pasábamos conversando ya sea en Coyuca, parados en cualquier calle o en el puesto de aguas frescas, o en Acapulco, en mi cubículo, a donde pasaban a saludarme y a tomar un café cada vez que venía al puerto a ver sus asuntos de cobranza por sus colaboraciones con el diario para el que trabajaba.
En esas largas conversaciones supe que fue delegado de gobernación en la Costa Grande, era por lo tanto una persona bien informada. Me contó también que estuvo en el vado de Aguas Blancas, el día que se apareció por primera vez públicamente el EPR; que hizo muchos amigos, muchos de ellos funcionarios públicos de distintos niveles; fue amigo cercano, por ejemplo del ex tinto Armando Chavarria Barrera, quien lo había propuesto para ser el secretario de seguridad pública en Zihuatanejo de Azueta, en el gobierno perredista pasado, pero que no fue porque el puesto se lo pidió a Armando Omar Maganda, a la postre aquel jefe policiaco en cuya casa fueron arrojadas unas granadas y que libro de alguna manera la muerte.
Su pasión era la información, el periodismo, siempre estaba donde estaba la noticia. Recuerdo que una noche le llamé, eran después de las diez, una hora difícil en un poblado guerrerense, donde la gente se recoge temprano a sus hogares, para pedirle información de un camión que supuestamente se estaba incendiando. El me hablaba agitado por su celular. “Es que voy corriendo, ya estoy llegando a donde está el camión, todavía se pueden tomar buenas fotos, está ardiendo”, me dijo.
Últimamente andaba emocionado por lo de la convención de periodistas en la que sería anfitrión en su pueblo Coyuca. Me invitó, pero mis actividades no me permitieron acudir. Antes me había contado que querían abrir, ampliar el Fondo de Apoyo a los Periodistas y que querían que además del alcalde coyuquense, fuera el alcalde de Acapulco, Manuel Añorve, a inaugurar la convención, pero luego al parecer alguien de su grupo lo objetó porque decía que en ese caso se tendría que invitar también a Angek Aguirre y a los Héctores, Astudillo y Vicario.
Estaba orgulloso de que se sección del SNRP fuera una de las más numerosas y mejor organizadas del estado.
Dos días antes de su muerte me había enviado varias gráficas de la convención de periodistas, él aparecía en la mayoría de ellas, sonriendo, con un reconocimiento en la mano, con una palmera, hecha como artesanía, con otros periodistas, también sonrientes como él.
Ahora se que lo mataron. Una copia de la tarjeta informativa de la policía llegó a mi correo esa misma noche, eran las 11.30 de la noche, donde se hablaba de su muerte. Los diarios dijeron después que había sido un asalto. Un asalto a un café Internet, que como se sabe, nunca puede tener grandes cantidades de dinero.
Me queda su imagen, buen amigo, buen conversador y un apasionado por la información periodística. Descanse en paz.

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