La indolencia de Villegas Harrison respecto a los jóvenes ayunantes en el zócalo de Acapulco es conmovedora. Su mente de burócrata estricto que sólo atiende a los mandos del organigrama, no da para más. En su laberinto no busca ninguna salida, pues se sabe prisionero de una realidad que está fuera de su capacidad, modificar. La impotencia de un ignaro.
Podrán pasar veinte años sin que los jóvenes prueben alimento. Nada hará cambiar a Harrison su tozuda necedad. Es entonces la hora de buscar alternativas en otras instancias menos dañinas para nuestra juventud.
Están dadas las condiciones naturales y jurídicas para que, con estos muchachos, valientes y decididos, se proceda a la creación de la Escuela Libre de Medicina en Acapulco. Para la cual sólo se necesita una Asamblea Constitutiva, un Notario, el apoyo de los padres, el auxilio de profesores médicos dispuestos a tronar el monopolio de la UAG, pues la solidaridad de la sociedad civil y la opinión pública, están más que suficientemente manifestadas. Tal vez un aula provisional y un comité de alumnos, ciudadanos y voluntarios que se aboquen al trámite de los registros y certificación respectivos. Este tipo de instituciones operan primero por cooperación, luego con patrocinadores y pueden llegar a ser universidades públicas, si el Congreso de la Unión interviene y la dota de presupuesto de nuestros impuestos, para lo cual no habrá contribuyente que no esté dispuesto a aprobar un uso magisterial tan generoso.
Así fue creada en la ciudad de México la Escuela Libre de Derecho. Una institución de alto rendimiento académico, con prestigio generacional y con egresados que son un semillero de valores jurídicos para el país.
Quién iba a decirnos que de la monomanía de Villegas Harrison iba a resultar una propuesta tan transformadora de la vida académica de Guerrero. Si la Universidad pública, carece de capacidad material, moral y filosófica para destrabar un conflicto generacional de acceso a sus conocimientos, es entonces legítimo buscar soluciones éticas y legales, alternas y correctas, que suplan el burrismo de un burócrata que bien podría ser mejor director de un presidio y no rector de una casa de altos estudios.
Jóvenes ayunantes. Levanten hoy su huelga de hambre, paren el movimiento de protesta e intégrense a la tarea de crear una Escuela de Medicina Libre, independiente, de alto rendimiento académico, donde nada tengan que ver los impostores de la educación parapetados en la UAG. Una institución cuya vocación y aspiración sólo sea la superación profesional, los lauros académicos y el servicio social médico en la más pura tradición del Juramento de Hipócrates. ¡Venceremos…!
PD: “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”: Antonio
Machado
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