La vorágine sangrienta ocurrida en Acapulco la madrugada del sábado alcanzó a mi amigo Alejandro López Salgado, hasta donde se, un hombre íntegro, uno de los funcionarios municipales de Acapulco más entregado a su labor, que no era fácil pues implicaba lidiar todos los días con la insuficiencia de agua en el puerto y apoyar con pipas, también insuficientes, a las colonias pobres, en medio de líderes, la mayoría de ellos egoistas, de diversos partidos políticos, cada uno reclamando lo suyo.
Apenas me venía reponiendo de ver la esquela de la muerte de mi ex compañero en Novedades y que a últimas fechas se desempeñaba como profesore del CONAMAT, Carlos Sosa, que fue asesinado la mañana del viernes cuando salía de su casa rumbo al trabajo, cuando a boca de jarro me dieron la noticia por teléfono, de que el cadáver de Alejandro estaba en el Semefo.
Cuando indagué que pasó, sólo me supieron decir que estaba enel lugar equivocado en el momento equivocado, en la avenida Niños Héroes de la colonia Progreso, cuando lo "levantaron" junto con otras personas que también aparecieron muertas horas después.
Ya para esa hora los reportores de policiaca de Acapulco se habían vuelto locos con los reportes de cadáveres en diferentes sitios de la ciudad, torturados, ejecutados, degollados, la cifra iba en aumento hasta casi rozar los 20 muertos.
Conectado a messenger, como tengo que estar por mi trabajo, amigos y compañeros de oficio no dejaban de preguntarme: Julio, que ésta pasando en Acapulco. A todos les respondía con un signo de interrogación.
Y no es que no sepamos, en realidad, todos los acapulqueños, todos los mexicanos sabemos qué está pasando, en realidad lo que no hacemos es comprender esta guerra que ha dejado más muertos que en ningún otro país en tiempos de paz, del mundo, en una guerra que el gobierno dice que va ganando, y que sólo ha alborotado el gallinero. Una guerra que a la sociedad no nos concierne, y esto lo puedo debatir con argumentos, una guerra que nos ha sido impuesta, por gente con perfil fascista que quiere tener al ejército en las calles hasta hacernos creer que la democracia peligra y que sólo el ejercito la puede salvar. Una democracia militarizada, sostenida en un ejército aparentemente apartidista. pero bueno, el debate político es para después.
Hoy sólo está el dolor de perder a Carlos Sosaa y a Alejandro, especialmente a Alejandro de quien sólo tengo buenos recuerdos.
Por hoy he postergado la idea de escribir el nuevo acomodo de la clase política priista en torno a quien será su candidato a gobernador y como se movieron las piezas para ponerlo en la punta, dejando atrás al otro que ya tenía preparado hasta su equipo de prensa para irse a la campaña.
Hoy el dolor de perder a Alejandro me nubla el análisis...tan poca cosa somos.
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